The times are changing, but… in which way?
(Este artículo ha sido publicado previamente en la Newsletter de Operandi en diciembre 2019)
Soplan vientos favorables para la periferia del mercado digital y para las infraestructuras de telecomunicaciones que las soportan, a diferencia de lo que sucede con el segmento de los operadores.
A día de hoy está bastante claro que no nos equivocábamos cuando veinte años atrás defendíamos que el desarrollo y la competencia en el mercado digital tenía que venir de quienes aportasen valor sobre los datos, más que de aquellos que simplemente aspirasen a competir con los operadores de red utilizando el amparo de la regulación para replicar su oferta de pura comunicación; aunque también podemos constatar que el escenario que imaginábamos entonces dista mucho del actual.
Los operadores de telecomunicaciones, en particular, han visto cómo sus expectativas iban menguando entre los errores propios y los del contexto regulatorio que les ha tocado sufrir: a sus problemas de crecimiento (por no estar bien posicionados en el mercado de los datos) se une el acortamiento de sus márgenes, por lo que se han visto obligados a buscar todo tipo de eficiencias para sobrevivir. Así, el despliegue de infraestructuras, que en su día se utilizó como arma competitiva, ha pasado de ser un campo de batalla a un ámbito de colaboración y, por tanto, de no diferenciación en la oferta.
No deja de ser curioso que, en la cadena de valor del negocio digital, la periferia se haya concebido casi desde el inicio como global (no parece que sea necesario poner ejemplos) y las infraestructuras estén posibilitando la creación de grandes multinacionales (con un protagonismo creciente de Cellnex como gran consolidador europeo, siguiendo los pasos de empresas como American Tower o Crown Castle en América), en contraste con los más de cien operadores de red de la Unión Europea, con una dimensión exclusivamente local.
Aunque contasen con el beneplácito regulatorio —que no es el caso—, resultaría difícil para un operador doméstico atacar a un negocio digital periférico cada vez más global, pero les está resultando también difícil posicionarse en el nuevo negocio de las infraestructuras que se está desarrollando en su base, se supone que por la desconfianza que genera el ser juez y parte. Está siendo más fácil poner en valor sus infraestructuras vendiéndoselas a los operadores de infraestructuras emergentes que explotarlas directa o indirectamente.
En este contexto, no es de extrañar que el sistema financiero apoye la financiación y el incremento del valor de iniciativas de consolidación de infraestructuras como la de Cellnex —consideradas de reducido riesgo, comercial y regulatorio—, o apueste por la innovación en la periferia del ecosistema digital —a pesar de su mayor riesgo—, mientras las telecomunicaciones sufren de la indiferencia de las instituciones tanto políticas como financieras.
Nada hace pensar que esta realidad de hoy vaya alterarse ni en el corto ni en el medio plazo. Europa sigue dudando sobre la consolidación de las telecomunicaciones, pero sus infraestructuras cuentan con el viento a favor. Al proceso de consolidación ya iniciado hay que añadir su relevancia para el futuro atendiendo a distintos puntos de vista: como soporte para el “green new deal” que se está reclamando ante la emergencia climática, como palanca de cambio de nuestro modelo productivo y económico y como clave de una política fiscal más expansiva que complemente las limitaciones de la política monetaria para salir de la crisis económica.
Desde Queland os deseamos Felices Fiestas.
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