La última gota está sobrevalorada

La última gota está sobrevalorada

La frase es muy popular y, no cabe duda, existen razones para ello. Intentamos encontrar respuesta al porqué de las cosas y nos resulta inevitable tirar de lo más próximo: «la gota que ha desbordado el vaso»,…que la convertimos así en la culpable de todos nuestros males.

Lo cierto es que la gota que desborda no tiene más culpa que todas las demás que han ido previamente llenando el vaso y que debieran merecer también la reflexión de cómo han llegado hasta allí. La gota del desbordamiento es tan sólo una pobre cuitada que ha tenido la mala fortuna de llegar en el momento más inoportuno al lugar común de todas sus hasta entonces compañeras.

En nuestra incapacidad (a veces) e incompetencia (las más) para prever acontecimientos, otorgamos a esta gota el protagonismo de dar la voz de alerta: ¡Se llenó el vaso y no cabe más! A partir de aquí, si somos lo suficientemente ágiles ya que no hemos sido previsores, tal vez consigamos que no desborde ninguna más.

Pero, ¿cómo se cierra el grifo? ¿Sabremos cerrarlo si toda información que consideramos es la gota que ya se ha escapado del vaso? Permítanme temer lo peor y augurar que con estas claves terminaremos desperdiciando muchas más gotas que las que quisiéramos. Pero dejemos esa línea de reflexión, que tiempo tendremos para hablar sobre previsión y eficiencia con claves de sostenibilidad.

Curiosamente, mientras la gota que desborda el vaso es mirada con recelo y veladas acusaciones de culpabilidad, su inmediata anterior, aquella que se ha mantenido en el borde del vaso sin precipitarse al vacío exterior, pasa a ser la heroína a la que colmamos de homenajes.

Es cierto que, teniendo en cuenta nuestra ya aludida incapacidad y/o incompetencia para la previsión, el análisis de la última gota que hemos sido capaces de retener en el sistema nos aporta alguna información adicional al resto, sobre todo porque la siguiente ya la hemos perdido. Pero de aquí a convertirla en referencia para establecer todo nuestro sistema de valores, como hacemos al aplicar el Principio de Marginalidad, resulta a todas luces exagerado: no parece sensato fijarnos exclusivamente en esa última gota sin atender al pasado (cómo se ha llenado el vaso) ni al futuro (si el agua va a seguir o no cayendo).

Considerar que nuestra gota preferida no tiene nada que ver con el vaso que la acoge ni con las gotas que la precedieron, en un puro análisis marginalista, tiene un punto entre romántico y revolucionario, como es el dar todo lo anterior por perdido, cual tierra quemada, poniendo en valor lo efímero de lo inmediato frente al contorno que lo condiciona.

Para ser honestos, ¿quién no se siente atraído por esos personajes de frontera, siempre jugando en los límites del sistema? Pero este romanticismo asociado a esos personajes libres, marginales e inclasificables que protagonizan cientos de cintas cinematográficas poco tiene que ver con la última gota que entra en un vaso. Su posición es meramente circunstancial, por lo que resulta difícil responder a la pregunta de dónde está el origen del valor que la asignamos.

Por otro lado, flaco favor haríamos a esos espíritus independientes, capaces de subvertir y poner en jaque al orden establecido, si los integramos en nuestra escala de valores hasta el punto de convertirlos en la piedra angular de nuestro sistema.

Pero dejemos por un momento el romanticismo y, para finalizar esta reflexión, pensemos en qué podemos hacer una vez desbordado el vaso. Como ya se ha mencionado, cerrar el grifo podría ser una opción, y seguro que hay ocasiones en las que puede ser la más recomendable, aunque otras veces (no sé si las más) esta reacción puede responder al vértigo del cambio o a un triunfo del más puro conservadurismo. Si por el contrario optamos por crecer, debiéramos plantearnos algunas preguntas como por ejemplo: ¿Sustituimos el vaso por otro más grande o añadimos simplemente un segundo vaso? ¿Más grande, igual o más pequeño que el anterior? ¿Cuál es el nivel de eficiencia de la última gota en cada uno de los escenarios?

Si algo cabe decir, es que todo parece mucho más complejo cuando analizamos las cosas con una visión dinámica y de largo plazo que cuando nos conformamos con la visión cortoplacista y estática en la que obviamos la inversión, el crecimiento y la innovación. Habrá que procurar no hacernos trampas en el solitario, no vaya a ser que obsesionados por santificar la inefable última gota nos veamos inmersos en una crisis empresarial que dé al traste con el futuro de nuestro negocio.