Foto de Fermín Marquina. Jugando con Anthony McCall, en la Colección Inelcom de Arte Contemporáneo. Febrero 2016.
Jose Carlos Diez, en su artículo «España en la caverna«, publicado por El País el 17-06-2016, analiza nuestra situación política actual y estos años de crisis intentando separar el análisis racional del discurso panfletario, cosa nada fácil en estos tiempos en los que no salimos de unas elecciones políticas y ya nos estamos metiendo en otras.
Si todos tuviésemos un mínimo de sentido común y asumiésemos un diagnóstico objetivo también común sobre el origen de la crisis, en lugar de envolvernos en la bandera de nuestras ideologías —¿o intereses?— particulares para pegar banderazos al contrario, seguro que nos resultaría más fácil encontrar el camino y los ciudadanos de a pie podríamos ser más optimistas respecto a nuestro futuro. En definitiva, como dice José Carlos Díez, «sin un buen diagnóstico de la crisis estamos condenados a repetirla».
Ya sé, ya sé que el «buenismo» no tiene buena prensa, pero tal vez con una actitud más constructiva no sólo hubiéramos evitado estas segundas elecciones, sino que tampoco se hubiera producido el resultado del pasado 20-D, ni el esperado para el próximo 26-J que tanto asusta a quienes menosprecian el «buenismo». Ya sabemos por la Teoría de Juegos que la desconfianza nos lleva con frecuencia a no colaborar con el otro aunque ésta sea la mejor opción para el conjunto o, simplemente, la menos mala.
En definitiva, cabe recordar que el hombre es tan inteligente que es el único animal capaz de tropezar una y otra vez en la misma piedra: Camilo José Cela nos enseñó aquello de que «el que resiste es el que gana», pero nuestro refranero -con más autoridad histórica, con permiso de Don Camilo- nos dice que «quien siembra vientos recoge tempestades». Para seguir el consejo de nuestro Nobel con unas mínimas garantías de éxito, nuestros políticos debieran haber leído a Lampedusa y, en lugar de resistir por resistir, haber tenido al menos la inteligencia de «cambiar para que todo siga igual».
¿Inteligencia o cinismo? Seguramente ambas cosas, pero… ¿hubiesen existido todas las revoluciones que en la historia han sido de haber contado con esa inteligencia… y con ese cinismo?
En fin, llegados a este punto, …¿cuándo empezamos a hablar en serio del origen de nuestros problemas y de cómo solucionarlos, en lugar de agitar los fantasmas de la caverna?
Tal vez haya que empezar por retrotraernos a hace unos 2500 años y leer algo de (o al menos sobre) Platón.
Comentarios