EL BURGUÉS GENTILHOMBRE Y LA DOBLE TRAMPA DEL PRINCIPIO DE MARGINALIDAD (y 2)

EL BURGUÉS GENTILHOMBRE Y LA DOBLE TRAMPA DEL PRINCIPIO DE MARGINALIDAD (y 2)

Ya hemos visto cómo el Principio de Marginalidad aplicado al Ecosistema Digital ha llevado a los operadores de telecomunicaciones con red propia a caer en una trampa en sus relaciones con otros operadores (reflexión desarrollada en el documento 1 del mismo título). Nos toca ahora profundizar en sus relaciones con los agentes de Internet, donde descubriremos una segunda trampa en la que los operadores de telecomunicaciones están inmersos como consecuencia del mismo Principio de Marginalidad.

No ahorraré críticas para los operadores por el hecho de que el mundo de Internet se haya desarrollado no solo al margen de las telecomunicaciones sino, además, sin la participación activa de los operadores merced a una cierta miopía estratégica, a los condicionantes derivados del “legacy” y de sus propias capacidades históricas y a un modelo regulatorio apoyado en el Principio de Marginalidad, cuyas implicaciones pasamos a analizar a continuación.

Lo cierto es que los operadores de telecomunicaciones adoptaron en su día una actitud de cierta complacencia con un sistema que les permitía ampliar el perímetro de su negocio y desarrollar la Banda Ancha a base de inversión pero sin necesidad de cambiar significativamente sus skills y capacidades tradicionales. De hecho, mientras ha habido recorrido para crecer en penetración de Banda Ancha, los operadores han jugado con la tarifa plana considerando que el planteamiento de separación de los distintos eslabones, en condiciones de total independencia y de marginalidad, no era tan pernicioso.

– Ha permitido la aparición de un sin número de desarrolladores y emprendedores independientes, los agentes de Internet, sobre unas redes totalmente abiertas.

– La utilidad que el ecosistema ha generado para la sociedad es enorme.

Entre tanto, los agentes de Internet, o del último eslabón en relación con los usuarios, no han sido capaces de monetizar esta utilidad por la propia perversión del modelo:

– Ninguno de ellos asume costes asociados a las infraestructuras de red y por tanto no se ven en la tesitura de articular modelos de negocio para cubrirlos.

– La teoría microeconómica clásica nos enseña que en un mercado abierto, como es el caso, su propia dinámica lleva a que los precios se vayan al nivel de los costes marginales a largo plazo, que en este caso tiende a cero al no haber ningún tipo de remuneración hacia los eslabones anteriores. Si además existen otras fuentes de ingresos complementarias que permiten alimentar al modelo, aunque sean marginales en su cuantía, ya tenemos el círculo cerrado.

¿Quiere esto decir que los agentes de Internet no se han beneficiado de este modelo? ¿Y los operadores?

Puede resultar paradójico, pero se puede afirmar que ambos mundos se han visto favorecidos hasta el día de hoy por este modelo de lo marginal, viviendo el uno a espaldas del otro pero, al mismo tiempo, conviviendo simbióticamente sin saberlo (o al menos sin reconocerlo). Volvemos a encontrarnos con nuestro particular Burgués Gentilhombre, sorprendido con sus resultados pero incapaz de dar respuesta al porqué de los mismos y, por tanto, incapaz de tomar las decisiones adecuadas para la sostenibilidad no ya del modelo que nos ha traído hasta aquí, sino del ecosistema en su conjunto.

Curiosamente, nos encontramos no sólo con un negocio o un mercado de doble cara, sino que también el contexto económico-financiero en el que estamos inmersos es dual, con un sistema financiero no siempre ajustado a la economía real. Esto ha permitido un reparto de roles de manera que cada cara del mercado ha encontrado sus beneficios en un ámbito diferente del sistema:

Los agentes de Internet están apalancados en el mercado de capitales, en el que alcanzan multiplicadores muy elevados respecto a unos fundamentales basados en ingresos provenientes, en general, de ámbitos tradicionalmente ajenos a las comunicaciones electrónicas, como es la publicidad.

La pregunta clave es hasta qué punto estos multiplicadores son sostenibles y, en su caso, cómo debiera evolucionar este negocio para garantizar su sostenibilidad.

No podemos olvidar las elevadas valoraciones bursátiles de los agentes de Internet de hace casi quince años, que terminaron provocando el pinchazo de la burbuja financiera precisamente porque no era evidente que la economía real fuese a reconocer algún día el valor que el mercado bursátil les estaba asignando.

Los operadores de telecomunicaciones se mueven en la economía real, en la que han llegado a obtener un plus del orden de 40 euros mensuales por conexión, apalancados en la enorme utilidad que para los usuarios representa Internet.

La pregunta aquí surge sobre la sostenibilidad del modelo en la medida que nos vayamos aproximando a niveles de saturación en las conexiones de Banda Ancha. El hecho de que este fenómeno se produzca de manera desacompasada en los distintos entornos geográficos, permitirá a los grandes operadores modular el impacto sobre sus cuentas y retrasar su estancamiento, pero esto no debiera llevarles a engaño ni ocultar la urgente necesidad de repensar su modelo de negocio.

Al margen del propio agotamiento del modelo, derivado del aludido nivel de penetración de la Banda Ancha, surge el interrogante de si los 40 euros que han sabido conseguir en concepto de “sólo conectividad” (al menos en lo formal, porque detrás está todo el valor del mundo Internet, como ha quedado dicho) son sostenibles o responden también a una cierta burbuja que corresponde gestionar y hacer evolucionar.

Una vez analizado cómo hemos llegado hasta aquí y visto cómo el modelo ha venido funcionado para cada uno de los agentes, es el momento de pensar si éste es el modelo válido para seguir articulando el futuro o si por el contrario estamos corriendo el típico “riesgo del ganador”, que mientras ve que le van bien las cosas no le entra en la cabeza que tenga que pensar en cambiarlas…y es incapaz de apreciar que en las claves de su éxito pasado y presente puede estar también el germen de su futura destrucción.

El problema es que esta reflexión transciende el ámbito de los operadores de telecomunicaciones. No se trata de que las telecomunicaciones puedan entrar en crisis, se trata de que todo el Ecosistema Digital se está construyendo sobre unas bases que distan de ser sólidas y sostenibles, con especial impacto sobre España y sobre Europa como tendremos ocasión de analizar en futuras aportaciones.