Avanzando hacia «un mundo feliz»

Avanzando hacia «un mundo feliz»

Aldous Huxley nos mostró nuestro futuro «mundo feliz», pero no nos enseñó el camino. Claro que estamos hablando de hace 85 años y, hoy, podemos constatar que algo hemos avanzado.

En el futuro, nos anunciaba Huxley, el hombre (y la mujer) feliz seguirá siendo un ser sexual, pero cuya sexualidad se habrá independizado totalmente de la procreación. Ésta se convertirá en un eslabón más de la cadena productiva, en la que los individuos (palabra más precisa en el nuevo contexto de felicidad que la de «personas» y, por supuesto, mucho más que la de «humanos») se gestionan como meros insumos de la gran fábrica del mundo: se diseñan y crean específicamente para la función para la que se necesitan, desarrollan su trabajo de acuerdo con este diseño y, cuando se consideran obsoletos, se retiran del proceso aprovechando al máximo el material del que están hechos, mediante un eficiente sistema de reciclaje.

Llegar a este mundo feliz no se vislumbraba fácil desde la sociedad de los primeros años 30 del pasado siglo, y es que no en vano se cuentan muchos chistes aplicables a cualquier proceso de transformación. Veamos:

Uno, es el de aquel consultor que después de decir a una empresa que debía de transformarse en algo que distaba milenios de lo que la empresa era en realidad, ante la pregunta de cómo hacerlo, se refugiaba en su papel diciendo: -Bueno, yo soy consultor y os oriento sobre cuál debiera ser vuestro objetivo. Vosotros sabréis cómo tenéis que hacer las cosas para conseguirlo.

Y es que ya se sabe, dice otro chiste, que Dios creó el mundo en siete días porque no tenía legacy

En cualquier caso, volviendo a Huxley, podemos constatar que, aunque a día de hoy todavía no hemos alcanzado el nivel de felicidad que nos auguraba, algo hemos avanzado: las sociedades avanzadas no sólo tenemos cada vez menos hij@s, sino que (de acuerdo con lo que parecen apuntar los resultados de los análisis científicos) cada vez tenemos menos capacidad para gestarlos. Y, por supuesto, menos  ganas de tenerlos y aún menos de educarlos, aunque esto no lo dicen ya los análisis científicos, sino los sociológicos.

Actualmente, quienes tienen más hij@s son las clases sociales más desfavorecidas y los países menos desarrollados. Hasta Huxley identificaba en su futuro ideal un submundo, ajeno a la felicidad, constituido por gente que vivía al margen del sistema, bien porque no habían podido integrarse o por tratarse de simples renegados antisistema. Así pues, este pequeño detalle no cuestiona nuestros avances hacia la felicidad.

¿Corremos el riego de que en este proceso lleguemos a un punto de ruptura en el que la inaplazable dinámica social vaya por delante de los avances tecnológicos y no seamos capaces de generar suficientes individuos de reemplazo?

Todo apunta que también aquí estamos avanzando: en tanto en cuanto no dispongamos de máquinas gestantes, podemos aprovecharnos de la diversidad de nuestro legacy y utilizar los cuerpos de hembras marginales, todavía con potencial reproductivo, para generar a nuestros vástagos…

Durante cuánto tiempo seguiremos considerándolos nuestros vástagos es una cuestión menor, que seguro que la sociología de masas es capaz de solucionar. Un tema más preocupante es hasta qué punto los seres así concebidos pueden llegar a mantener las características requeridas, sobre todo para la clase definida por Huxley como «Alfa»: les sometemos a la tortura de vivir durante nueve meses, que seguro deben hacerse eternos, en el cuerpo de un ser marginal no concebido para ésta tan excelsa función. En definitiva, estos seres «Alfa» son los que definirán el futuro de nuestra especie, por lo que no caben tonterías…

Parece clara la urgencia de conjurar estos riesgos, por lo que la máquina que permita superar estas limitaciones no puede hacerse esperar mucho más. A pesar de estos problemas inherentes al legacy y a nuestras propias limitaciones tecnológicas, el balance de cómo nuestra sociedad se encamina hacia la felicidad «Huxleyliana» resulta claro y positivo.

 

—¿Por qué me preguntas si estoy convencido de que la felicidad «Huxleyliana» es la que debemos perseguir?… ¿No serás tú un salvaje antisistema?

 

Nota: Aldous Huxley publicó «Un mundo feliz» en el año 1932.

One comment

  • Sí, entre las horas que dedicamos la pareja al trabajo para mantener el consumo, las horas que dedicamos a la formación para mantener el trabajo y las horas que dedicamos al gimnasio para mantener el cuerpo, no nos queda tiempo para la familia. Por eso en la televisión siempre destacan a esos abnegados famosos que «en su apretada agenda siempre encuentran un hueco para la familia» .

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