A Single Digital Market? Please, don´t let me be misunderstood!

A Single Digital Market? Please, don´t let me be misunderstood!
   Mapa de Luventicus.

Con permiso de los luxemburgueses.

La construcción del Mercado Único Digital en Europa tropieza con no pocas paradojas y contradicciones. Se ha intentado partir de un único cuerpo normativo aplicable en todo el continente, pero su aplicación y control se aterriza en cada uno de los 28 estados miembros que, a su vez, determinan otros tantos Mercados de Referencia por puras razones políticas y administrativas, ajenas a la realidad del mercado y, sobre todo, a su problemática.

No cabe duda que, aun contando con un cuerpo de doctrina común, si predefinidos 28 compartimentos estancos para la aplicación práctica de la regulación sectorial, el resultado serán 28 mercados, nunca uno. La conceptualización de un tema como suma de partes es un clásico de nuestra cultura supuestamente liberal, que ya ha sido glosado en nuestro Blog al describir el Primer Corolario del Principio de Marginalidad.

A estos efectos, la puesta en marcha de una institución única de control a nivel europeo, que es uno de los debates que a las instituciones les entusiasma plantear, no deja de ser una cuestión bizantina. No se trata de que un único organismo vele por la aplicación uniforme de unas reglas ya comunes en cada uno de los 28 estados. Se trata de que Europa pase a considerarse un Único Mercado Relevante a efectos de análisis de la competencia.

Dicho con otras palabras, Europa nunca será una mientras nuestros esfuerzos se queden en optimizar la situación de cada una de las partes, porque este proceso nos aleja ineludiblemente de la optimización del todo. Por mucho que apliquemos unas reglas comunes, sin cuestionar siquiera su buena intención e incluso su bondad para conseguir el objetivo particular de cada parte, el problema es que estos objetivos nunca serán coincidentes con los que necesita un mercado único digital para Europa.

Mientras se apunta como gran objetivo el de la construcción de Europa, la situación actual tiende a consolidar e institucionalizar la singularidad de los 28 mercados como independientes, retrasando la consecución del citado mercado único y generando ineficiencias que añaden nuevas dificultades al proceso.

Desde el punto de vista de las telecomunicaciones, en una visión simplista, los operadores precisan de una infraestructura de red, con su capilaridad y sus nodos de gestión y de inteligencia, un sistema de gestión de clientes, una red de distribución y un área de atención al cliente. Podemos suponer, que ya es mucho suponer, que a partir de un cierto umbral de volumen de negocio o de clientes ya no se consiguen economías de escala en la red capilar, ni en la red comercial, ni incluso en la atención al cliente. Donde no cabe ninguna duda que hay un enorme potencial para conseguir ahorros importantes es en los nodos de gestión y de inteligencia de la red y en el sistema de gestión de clientes, cuya curva de costes depende más de la complejidad del negocio que de su volumen. No parece que el negocio en Luxemburgo, por ejemplo, tenga que ser significativamente menos complejo que el de España o Alemania.

Una de las batallas dialécticas en Europa sobre el sector de las telecomunicaciones, que todavía persiste, es si el objetivo de la regulación debiera ser o no conseguir el mayor número posible de agentes en el mercado. De esta forma se articuló durante los años 90 un sistema que disparó el número de operadores a cientos en cada uno de los mercados, aunque progresivamente se han ido quedando reducidos en lo sustancial a números de una sola cifra y ahora nos cuesta vislumbrar para el futuro próximo una foto con más de tres operadores «reales». Pero… ¿tres en cada uno de los 28 mercados nacionales o tres a nivel europeo? Es evidente que no parece lo mismo… y efectivamente no lo es.

¿Puede permitirse Luxemburgo el lujo de contar con tres operadores «reales» para sus 543.202 habitantes? Ya sé, la pregunta es retórica porque lo cierto es que en Luxemburgo sí hay tres operadores móviles y hasta 6 fijos, como también hay un gasto público de 36.325 € por habitante y una tasa de paro del 6%, mientras España se las ve y se las desea para mantener el gasto público por habitante en 9.989€ y para bajar su nivel de paro del 25%. Europa es una paradoja en sí misma, pero lo es mucho más si hacemos un benchmarking comparativo entre sus mercados.

Tabla Luxemburgo - España

Luxemburgo o, mejor, los luxemburgueses se merecen los mejores servicios tanto privados como públicos, por supuesto. El margen de maniobra que deja Europa a las instituciones nacionales garantiza que un país como Luxemburgo tenga prestaciones equivalentes si no mejores que las que puedan tener, por ejemplo, Francia o Alemania. En definitiva, Luxemburgo compite con Qatar por ser el país con mayor renta per cápita del mundo, con capacidad para ser referencia financiera de muchas de las transacciones internacionales europeas y no europeas y para atraer a las distintas multinacionales que han situado allí su head quarter.

Todo apunta a que las claves que justifican esta realidad hay que buscarlas más allá de las cifras del volumen de su mercado.

Sinceramente, no creo que la explicación esté en el sorprendente nivel de productividad de las familias luxemburguesas en cuanto a sus capacidades para la generación de políticos europeos de primera fila (como es el caso del actual Presidente de la Comisión Europea y de su anterior Vicepresidenta Primera, que había ocupado previamente el cargo de Comisaria Europea para la Sociedad de la Información y Medios). La opción de utilizar a un país pequeño como alternativa para ocupar cargos institucionales que, de ocuparse por uno de los grandes, podría suponer un cierto desequilibrio en el juego del poder, siempre es una opción para todo tipo de organizaciones. Tener la habilidad para mantenerse equidistante y disponible a la vista de los demás es un activo que un país como Luxemburgo siempre ha sabido cultivar.

Tal vez encontremos una mejor explicación (aunque seguro que no el 100% de la misma) en el hecho de que mientras España puede estar entre los países europeos líderes en corrupción y economía sumergida, Luxemburgo lucha por escapar del lucrativo pero poco honorable título de «paraíso fiscal», a pesar de sus ilustres ciudadanos. Pero, justificaciones y juicios morales al margen, hoy nos conformamos con constatar los hechos y valorar cómo la maximización de los objetivos individuales nos aleja de los colectivos.

Volviendo al mercado digital, y más concretamente a las telecomunicaciones, con independencia de que los luxemburgueses puedan permitirse determinados lujos, como es el mantener activos hasta nueve operadores locales en un mercado de poco más de 500.000 habitantes, no cabe duda de que resultan altamente onerosos y poco eficientes para el sistema en su conjunto, y que su subsistencia se debe a dos razones fundamentales: 1- el alto nivel económico del país (del que ya hemos hecho mención); y 2- una estructura política que favorece la fragmentación, asignando a todos los países un peso político similar e impidiendo de facto que el mercado de Luxemburgo pueda gestionarse por cualquier operador de telecomunicaciones como una región más de Francia, Alemania o, simplemente, de Europa.

En el fondo, tengo un cierta mala conciencia con este post. En realidad… ¿por qué me meto tanto con Luxemburgo si ni siquiera es el país más pequeño de Europa?